Desde que él se fue nada tuvo sentido para mí. El dolor de no tenerlo a mi lado se tornó insoportable. Él era todo lo que yo tenía, la única razón para vivir.
Traté de llamarlo, pero nadie atendió mis llamados. Lo busqué desesperadamente y no hubo manera de encontrarlo. Escribí más de 500 cartas a su nombre que nunca supe donde enviar. Empiezo esta carta, la última, como cada una de ellas:
Querido Coronel:
Si usted supiera cuanto lo amo las cosas serían distintas. Pero es demasiado tarde.
Hoy terminaré con mi vida. Prefiero la muerte a no tener a quien escribir.
Hoy terminaré con mi vida. Prefiero la muerte a no tener a quien escribir.