miércoles, 27 de agosto de 2008

Educación Sexual

Corre 1988, vivimos en un barrio humilde del sur del conurbano bonaerense. Tenemos entre 8 y 10 años, pero nos juntamos con chicos un par de años mayores, sobre todo para jugar a la pelota. Estamos cerca de casa, en un descampado de unos 100 metros de ancho por varios kilómetros de largo. Años atrás por acá pasaba el tren de pasajeros, después el de carga. Ahora pasa una vez cada tanto. En el campito, como todos lo llamamos, pasan las cosas importantes. Para nosotros y para los más grandes.
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Ahí estamos, como todos los días, jugando al fútbol. Esta vez nos toca en la cancha chiquita, a la cual bautizamos Malvinas. Recién ahora, mientras escribo esto, recuerdo el nombre de ese pedazo de tierra que, aunque para muchos significaba tan poco, era para nosotros un mundo. A los más chicos nos usan de comodín. Si falta alguien entramos, en el peor de los casos corremos a buscar la pelota cuando alguno la calza de bolea o fusila al arquero a menos de tres metros.

Es 1988 y nadie habla de educación sexual. Ni en la prensa, ni en las escuelas. Tampoco lo hablamos entre nosotros, directamente quiero decir, porque de sexo se habla. Y mucho. Hoy en día todo se aprende en la calle, porque la calle es distinta a lo que será dentro de algunos años. Porque hay códigos y porque nuestras madres, aunque sospechan que afuera pasan cosas, desconocen que es exactamente lo que hacemos o simplemente creen que eso forma parte de la vida y dejan que las cosas pasen.

Nosotros respetamos a los más grandes porque nos dejan entrar en su mundo, y los más grandes no nos corren a patadas porque les somos bastante útiles. Les vamos a comprar los puchos, la Coca y llevamos y traemos mensajes entre ellos y sus minitas. Porque cobramos de lo lindo en la lopa, nos mandan al arco y sobre todo porque nos tomamos el culito de la gaseosa, donde más de una vez nos dejan un barquito.

Sabemos que perdemos mucho, pero también sabemos que algo ganamos. Escuchamos todas sus historias, que vistas a la distancia eran insignificantes, pero en este momento son oro en polvo. Ellos, los más grandes, están en la época de “la pongo como puedo, donde puedo y con quien puedo”. La mayoría de las veces que pueden es en los yuyos, o en algún vagón de tren varado en la estación. Todos los días tienen una nueva historia. Supongo que la mayoría de ellas eran inventadas, pero eso no las hacía menos divertidas.

Esa tarde yo estaba atajando, así que muchos no seríamos. La María (en el barrio se usaba, y aún se usa, el artículo), una nena del barrio, de una familia bastante humilde, pasa bordeando la cancha. Va chupando algo, a lo que la mayoría no prestó atención. Mejor dicho todos menos dos, el negro, que se la quedó mirando, y yo que no le di importancia. De no haber sido porque le acaban de poner un pase al pie y él la dejo pasar nadie lo hubiera notado. Pero cuando esto pasa todos lo putean.

- Negro dejate de jodér
- ¿estás pajeado negro?
- Si no querés jugar andate a tu casa.

¿No la vieron? – Pregunta el negro – iba chupando un forro.

Todos se rien.

Iba chupando un forro! –Repite-

Los más grandes se ríen, y nosotros también, no porque sabemos exactamente que es lo que está pasando. Sino porque si los grandes se ríen, nosotros nos reímos.

- Hay que sacárselo, pájaro – dice el Negro.

La María mira el alboroto mientras chupa el chupetínforro.

Que alguien se lo saque – grita el negro – mientras todos se revuelcan en el piso de la risa.

- Es un forro usado, está usado! repite el negro mientras se acerca a la nena.
- Ya fue negro, dejala en paz. ¿Vas a seguir jugando o te vas a ir?
- No sean boludos, hay que sacárselo.


Todos se rien. Se rien porque no entienden que es lo que realmente está pasando en la cabeza del Negro. Nadie lo supone hasta que pronuncia la frase que detona las carcajadas enfurecidas de los más grandes, con nuestro respectivo eco (y condenaría a las cargadas eternas).

- Va a quedar embarazada! Hay que sacárselo, es una nena!

Estallan de la risa mientras el negro corre a la nena alrededor de la cancha para sacarle el forro. Cuando finalmente la alcanza, le saca el forro y le dice:

- No te tenés que llevar cualquier cosa a la boca. No tenés que chupar estas cosas porque te vas a quedar (silencio). Porque te podés morir!- remata.

La nena era muy chica para que le hablara de sexo, dijo más tarde.

Nosotros también. La educación sexual para nosotros llegaría más varios años después, en el secundario, cuando la mayoría (de los más grandes) ya tenía uno o dos hijos.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Estrella

Íbamos en una van. Él, dos minas, el chofer del vehículo y yo. El asiento del acompañante estaba vacío. Detrás estábamos nosotros y en el último asiento las minas. Pasó su brazo por detrás de mi cuello y acariciándose la barba candado me dijo – Llegamos querido, después de tanto esfuerzo llegamos – golpeó sus palmas, se frotó las manos, besó la virgen que colgaba de una gruesa cadena de oro que rodeaba su cuello y, con lágrimas en los ojos, soltó la frase que desataría la tragedia. Había sido traicionado por mi mejor amigo.
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Hay cosas que uno sabe desde el comienzo, sin que nadie diga una sola palabra. Hay que mirar el contexto, observar los gestos, la manera de articulas las palabras, pero sobre todas las cosas las apariencias. Que tuviera barba candado -justo él- me puso en estado de alerta, pero no es fácil perder la confianza de una persona a la cual conoces hace más de 25 años.

- hoy es la noche – me estaba diciendo cuando me di cuenta que no entendía lo que estaba pasando.
- Que noche, ¿de qué me hablás?
- No te hagas el boludo, papito –ese papito me irritó demasiado-
- ¿Qué carajo te pasa? ¿Quiénes son esos gatos que no paran de cotorrear? Y ¿por qué va manejando un chabón que no conozco?
- ¿Cómo que no lo conocés?, es el tío Teo.

El chofer de la camioneta se baja los Ray ban y mirándome por el espejo retrovisor dice - ¿enserio no te acordás de mi?. Asiento con la cabeza. Estoy totalmente resignado, sé que nada bueno puede salir de esto.

- Decime que está pasando loco, no entiendo nada.
- No te hagas el boludo, hoy no, te lo pido por favor- dice con su mejor cara de garca.
- No me estoy haciendo el boludo, te estoy hablando enserio.
- Te pedí por favor que hoy no te pases de rosca! –grita-. - A vos pendeja, te dije que lo cuidaras – dice mirando a la rubia.
- Yo le dije. Yo le dije pero no me hizo caso, responde entre lágrimas la rubia.
- Pero no alcanzaba con decirle, te lo pedí por favor. Cincuenta veces te lo pedí.¿Qué carajo vamos a hacer ahora?, no puede aparecer así!, no te dás cuenta estúpida que tu ropita y todos los lujitos que te dás te los pagamos nosotros.
- No seas así, dijo la morocha.
- Vos cerrá la cola. Ya vamos a hablar en casa.

Muchas veces escuche, en mi adolescencia, la frase cerrá la cola. Todas, y cada una de las veces que la escuché, se me retorció el estómago. Supongo que será porque la mitad de las veces se lo decían a mujeres que, a pesar de responder, en la mayoría de los casos, chupate ésta –gesto con las manos- o si la tengo abierta no es por vos, no dejaban de ser mujeres y la mitad restante me las decían a mí, y creanme que era mejor callarse.

Totalmente sacado le pedí que me explicara lo que estaba pasando. Hablándome como a un chico, dijo que yo era un cantante muy exitoso, que mi disco debut -“Escrito en las nubes”- era el disco más vendido de la argentina y que miles de pendejitas morían por mí. Que era un desagradecido y que no consideraba justo que después de “tanto remarla” yo arruinase todo por estar “dado vuelta” y, aunque reconocía que yo le caía mejor drogado, no podía permitir que me sentase en el living de Susana en ese estado porque “habíamos trabajado muy duro para llegar hasta ahí”.

- ¿Me estás cargando, no? Dije perplejo.
- Que te pasa loco. Que te pasa!!!!!! ¿Por qué dios, por qué? – gritaba mirando el techo de la camioneta.
- Me tenés que estar jodiendo. ¿Cómo pasó todo esto? ¿Cómo que soy un cantante pop? ¿Un cantante como quién? –pregunté- manteniendo aún una mínima esperanza.
- Cómo vos, como nadie más. Vos sos único.
- Dejame de joder sorete, sos un sorete. Vos eras mi amigo. – Como me dejaste cometer esta locura.
- ¿De que locura me hablás? Ahora tenemos lo que siempre quisimos. Fama, minas, joda.
- No, no lo puedo creer. ¿Un cantante cómo quién? Repetí, ya totalmente fuera de mi.
- Que se yo, como Axel, como Cae, pero no te confundas. VOS SOS EL MEJOR.
- Andate a cagar!. Sos un sorete. ¿Cómo me dejaste hacer algo así? Dije hundiendo la cara entre las manos para ocultar las lágrimas. ¿Cómo vuelvo al barrio? ¿cómo mierda vuelvo al barrio?
- Como volviste al barrio querrás decir. El fin de semana pasado hiciste 3 club Progreso!. Estaba de bote a bote. Las viejas del barrio estuvieron toda la semana haciendo cola. Nadie se quería quedar afuera.

Sumergido en la peor de las tristezas. Muerto de vergüenza hice mi mejor esfuerzo por despertar. Cuando estaba a punto de volver a mi estado consciente me agarró del brazo y dijo – no seas boludo, esto es mucho mejor de lo que tenés, no lo arruines así. Dentro de cinco minutos te vas a arrepentir. Abrí los ojos y miré el reloj. Acordate de lo que te dijo este gil- gritó desde lo lejos- Eran las 6:25, cinco minutos después sonó la alarma. Mientras iba camino a la fábrica, pensé que tal vez fuera verdad lo que dijo, pero ya era demasiado tarde. Aunque no descarto dejar de lado ciertos prejuicios de acá en más.

martes, 19 de agosto de 2008

Despierto

Entro arrastrándome con todos los músculos magullados por dentro y por fuera, pero con el corazón todavía a cien y un volcán de ideas en la cabeza. Es el insomnio. Toda la noche devanándome los sesos.
Toda la noche cavilando: ¿Estoy dormido? ¿He dormido algo?
Chuck Palahniuk

lunes, 11 de agosto de 2008

La bombacha de Cristina

El de ayer fue muy loco. Estaba en la residencia de Olivos, acreditado como periodista, en la conferencia de prensa de Cristina. Sentado en primera fila, entre un francés y un uruguayo, a punto de cumplir el sueño de mis últimos cinco años.
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A diferencia de lo que pasó en la realidad, parado a pocos metros de Cristina estaba el ex presidente. Néstor tenía un auricular en la oreja izquierda que se acomodaba constantemente. En la solapa del traje tenía un microfonito por el que hablaba silenciosamente a cada rato, mientras nos miraba desafiante.

Mientras la periodista de la cadena Deutche Welle preguntaba, Miguel Nuñez, el vocero, anunciaba que el próximo turno era el mío. Me paré y caminé hasta donde estaba ubicado el micrófono. Tenía un cagazo padre porque no sabía que preguntar. Cuando estaba atrás de la alemana me vienen unas ganas terribles de estornudar. No sabía que hacer, me agarró la desesperación.

Me acorde que a Shaggy y Scooby Doo cada vez que les pasaba lo mismo lo solucionaban tapándose la nariz, cosa que hice inmediatamente. Aguante cuanto pude pero fue al pedo. El estornudo llegó y fue tanta la fuerza que tuve que hacer para no me escucharan que se me saltaron los ojos.

Sólo una persona se dio cuenta. Néstor. Mi ojo izquierdo había caído a centímetros de sus pies. En contrapicado lo vi mirar fijamente mi ojo izquierdo e inmediatamente después mirar hacía donde estaba Cristina. Pero no la miraba a ella, sino a mi ojo derecho que había caído entre los pies de la presidenta.

Desde mi cuerpo giré mi ojo izquierdo y vi mirando fijamente mi ojo derecho. Con mi ojo derecho lo vi mirar fijo mi ojo izquierdo.
Levanté mi ojo izquierdo y lo miré otra vez. Él miraba mi cuerpo con actitud desafiante. En ese momento me di cuenta que estaba ante una oportunidad única. Es la única vez que voy a poder mirar entre sus piernas, pensé, es ahora o nunca.

Imaginé un primer plano de mi ojo en la tapa de todos los diarios del mundo. Mi ojo derecho mirando entre las piernas de la presidenta. Pero eso no me importaba, me importaba esa imagen, la que quedaría grabada en mi retina y en ningún otro lado.

Néstor rápidamente bajó la mirada. Primero miró mi ojo izquierdo que estaba a sus pies. Después a mi ojo derecho que lentamente iba rotando hacía arriba. Volvió su vista hacia mi ojo izquierdo y se pasó el dedo índice transversalmente por el cuello. Levantó levemente su zapato, sin quitar el talón del suelo, y lo colocó sobre mi ojo oscureciendo la visión.

Paré en seco la rotación de mi ojo derecho justo antes de que mi (media) mirada entrara dentro de la pollera. Ahora sólo veía el techo. Giré el ojo y lo miré a Néstor. El repitió el gesto con el dedo índice y me indicó con la mirada que mi ojo izquierdo estaba a punto de ser aplastado por su pie.

Respiré hondo giré la vista y me la jugué, cuando estaba a punto ver me desperté agarrándome el huevo izquierdo. Me dolía como si me lo hubieran pisado.

miércoles, 6 de agosto de 2008

La noche que Paenza fue un héroe

Estoy en la cancha. Juego de central, marcamos con 3 en el fondo. Mi equipo, el RC de Daloa, se está por ir a la B. Tenemos que ganar si o si. El empate favorece al Sporting Gagnoa, equipo con el cual peleamos el penúltimo puesto. Siempre quise jugar en primera, nunca pensé que lo haría en Costa de Marfil.
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Si perdemos nos matan me dice el 5, al borde del llanto, en un corner en contra. Todo el equipo está defendiendo. Todos menos un viejito, el 9, la estrella del equipo, que esta parado, pensativo, en la mitad de la cancha esperando que el destino nos regale una contra.
¿Cómo carajo llegué acá? -me pregunto- mientras me tiro a los pies del centrodelantero rival. Con la puntita del dedo gordo desvío la pelota y evito la catástrofe. En ese momento me doy cuenta de dos cosas. La primera es que estoy jugando en Patas, la segunda es que el 9 del equipo contrario es Drogba que para colmo de males, tiene el cuerpo de Shaquille O´neal.

Huevos carajo!!!! grita enfurecido el arquero. Si perdemos nos matan, repite el marcador de punta derecho para que me quede bien claro, mientras tanto yo trato de evitar que el animal de Drogba cabecee en el corner. Por suerte el centro se va largo y el esférico se pierde por la línea de fondo.

El arquero manda de un zurdazo la pelota al campo rival. Yo corro como loco, no sé por qué corro de esa manera, pero corro y la cancha parece ser eterna. El 5 pone un pase en profundidad y el 9 pica solo entre los centrales. ¡¡Pegale!! grito desde el circulo central. Pero no le pega. Con un movimiento de cintura elude al arquero, define despacito y sale corriendo a festejar un gol que nunca fue. De la nada, esto es literal, aparece un defensor y la saca al corner.

Voy al área rival a esperar el centro y, sobre todo, a putear al viejito, a nuestro 9. Cuando lo voy a mandar a la concha de su madre me doy cuenta de que es Adrián Paenza.

- ¡Paenza!! ¿qué carajo hacés acá? – pregunto.
- Acá estoy, dice despreocupadamente. Tenemos que ganar porque si llegamos a perder nos matan.
- ¿Qué carajo hago yo acá Paenza?
- Estás porque te pedí yo, estás porque yo quiero que estés. Acá soy la estrella, dice señalando la tribuna, de las cuales colgaban banderas con su nombre y hay un enorme muñeco con su cara.
- Sos un hijo de puta. ¿Cómo me vas a traer acá? Vamos a perder y nos van a matar.
- No te hagas problema, matemáticamente tenemos chance. Estuve haciendo cálculos y tenemos chances. 51% a que nos salvamos contra 49% que perdamos y nos rompan el orto. Si ganamos te dejo elegír a la negrita que quieras. Es más, si te va, te llevás 3 o 4 y te hacés una fiestita.
- ¡¡¡Sos un sorete!!!!!, le grito.
- Va, va, va maricón. Callate y juga que este es mi sueño y no el tuyo.

De reojo veo que el tercer árbitro levanta el cartel, quedan 3 minutos y termina el partido.

Veo la pelota venir en el aire. Es un centro perfecto, al primer palo, es mía, tiene que ser mía. Lo meto y nos salvamos –pienso- salto y.... pifio el cabezazo. Paenza se apoya en un defensor para saltar y al estilo Oliver Atom la clava de chilena en un ángulo. El arbitro pita y todos abrazan. Lo levantan en andas.

Les pido a mis compañeros que me llevanten a mi también. Paenza se pone como loco y empieza a gritar que me bajen.

- ¿Qué hacés? ¿estás loco? dice haciendo girar sobre su eje el índice contra su sien.
- Dale Adriancito, no te ortibes dejame festejar a mi también.
- No, no, nada de festejos, este es MI sueño. Acá el único héroe soy yo.

Desperté transpirado. Definitivamente tengo que aflojar un poco con el Winning Eleven.