lunes, 2 de febrero de 2009

Los rusos (el pie)

Llegaron al barrio hace más de diez años. En esa época cuando llegaban nuevos vecinos montábamos complejo un plan de espionaje que nos permitía saber, a la brevedad, como estaba compuesta la familia. No lo hacíamos de chusmas, sólo nos importaba saber si había entre los nuevos habitantes una niña, es decir, si existía la posibilidad de meternos en una cama nueva.

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Esa vez, y tantas otras, no tuvimos suerte. Eran una familia tipo, un matrimonio con dos hijos varones. Una familia como tantas otras. La única particularidad es que eran Ucranianos.

Más allá de haberme decepcionado por completo al conocer el sexo de los vástagos de Papá Ruso y Mamá Rusa tengo que reconocer que la familia me atrajo desde el primer momento. Uno puede aceptar que, por esas cosas del destino, la suerte no lo ayude demasiado con el lugar de nacimiento. Lo que era inaceptable para mí era que una familia de Ucranianos, viéndose obligados a dejar su país, eligiera ese particular rincón de la Argentina como su “tierra prometida”.

Quiso la casualidad que el mayor de los niños rusos tuviera nuestra edad. El sentido común de Papá Ruso lo llevó al único colegio secundario de la zona, donde estudiaban la mayoría de los chicos del barrio.

Así fue que poco a poco “el Ruso” fue metiéndose en nuestras vidas. En principio era bastante divertido tenerlo como amigo, pero una vez que supimos escribir nuestros nombres, decir hola, gracias y todas las puteadas en ruso (¿?) no tenía nada original para ofrecernos.

El Ruso tenía algunos defectos, el peor de todos, sin lugar a dudas, era su borrachera. Nunca supimos si el vodka le gustaba tanto como decía o tomaba cuatro o cinco vasos haciendo fondo blanco simplemente para hacerle justicia a la mejor cualidad vikinga. Lo cierto es que quedaba al borde del coma alcohólico y les puedo asegurar que no es nada fácil cargar con un cuerpo de casi dos metros y más de 100 kilos.

Contrarrestando el choque cultural, los pequeños moscovitas se adaptaron rápidamente a las costumbres argentas, para que se den una idea a menos de un año de haber pisado América ya sabía que el vacío se ponía primero del lado del cuero, y discutía fervorosamente sobre las cualidades de los mejores asadores del barrio.

A pesar de haber caído a nuestro país sin saber ni donde quedaba, ni como era, aprendieron a quererlo rápidamente. Si me apuran diría que eran en ciertos aspectos mucho más patriotas que nosotros. Jamás los escuché hablar mal del país, ni de crisis, ni de inseguridad. Amaban este país tanto o más que nosotros. Habían encontrado su lugar en el mundo, comenzaban a ser felices otra vez. Eran, incluso, más felices que antes. Todos menos Papá Ruso. Él sabía bien que quería un mejor futuro para sus hijos. Un día, sin consultarles nada decidió que era hora de volver a armar las valijas. Esta vez el destino no sería el sur, sino el norte.

Así fue que por segunda vez en su vida Papá Ruso despojó a su familia de lo que más amaban y se los llevó bien lejos, a la tierra de las oportunidades.

Lo último que supimos de él fue unos meses más tarde de su partida, poco después de haber comenzado el nuevo milenio, cuando llamó por teléfono al Ñato y le contó que, a pesarrr que ganarrr mucha guita, quería volver, que Filadelfia era muy lindo, pero no podía olvidarse del barrio y mucho menos de nosotros.

6 comentarios:

  1. Nostalgico el ruso...me lo imagino escuchando tangos en Filadelfia. Me cayo simpatico...
    Fer

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  2. Puede que el Ruso nunca se ubiese ido de Ucrania, a veces los padres toman decisiones que para ellos son las mejores, pero no tienen en cuenta los gustos de los hijos. Es un buen relato, que deja pensando...
    Gracias amigo,

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  3. El público argentino es el mejor, dicen.

    Capaz los vecinos argentinos también lo son. O puede pasar que el Ruso no consiguiera algún conductor asignado, allá en Filadelfia, y por eso los extrañaba.


    =)

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  4. Pobre el ruso. me dió pena lo que contás.

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  5. claro, igual siempre el punto, a mi entender, más allá del ruso, del japones, del chino, del hombre, de la persona, del sujeto, del humano en general..., es encontrar un lugar en el mundo...acerca de eso pensé cuando leí el relato. El desarraigo supongo pegá fatal, tanto más cuando hay un doble, tanto más cuando es impuesto, por un padre y a veces por una circunstancia..real que obliga a fugarte. Para terminar más amablamente: yo me quedó con la frase de J.S. (dedicada al ruso) "al lugar donde has sido feliz, no deberías tratar de volver"..y si, a veces, mal que pese, somos peces de ciudad..

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  6. Fer: yo me lo imagino bailando reggetón arriba de un parlante.
    Matías: de nada! y seguramente nunca se hubiera ido.
    Flori: jaja eso es demagogia pura. Sino se coparían y nos harían un descuentito (para vos Tom Yorke!)
    P.D: Te respondí en el texto de arriba

    Ana: no te pongas mal... si es un buen pibe!
    Julia: comparto con vos. Tengo algunos amigos que lo pueden corroborar. En cuanto a la Frase de Don J... la entiendo (racionalmente) pero.... que difícil es, no?

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