miércoles, 18 de febrero de 2009

Sé donde encontrarte (la historia)

Nos vigilan, saben que hacemos y que dejamos de hacer. No nos siguen, ni tejen complejos planes para conocernos. No les hace falta, caemos solos. Sabiendo esto (el nacimiento de mi paranoia) comencé, hace algunos años, con la ardua tarea de desaparecer del mundo virtual: ya no tengo impuestos a mi nombre, mi celular no es mío, respondo amablemente a todas las encuestas; en cada una de ellas, claro está, vivo en un lugar diferente, tengo un teléfono distinto y mi familia se compone según la ocasión. Lejos estoy aún del triunfo, pero gozo de ciertos beneficios. La realidad es que estoy seguro de poder engañar a las máquinas, el problema comienza cuando la fuente no es una máquina sino una persona.

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Hace algunas semanas, el 25 de enero exactamente, sonó el teléfono de casa, era la vigésima vez que sonaba ese día (volvíamos de unas largas vacaciones). Yo me estaba duchando por lo que fue Contxi quien atendió (como ocurre el 98% de las veces). La escuché reírse y repetir varias veces que era imposible, que el señor Soneus estaba duchándose en ese momento y no podía ponerme al habla.

— Llámelo en diez minutos –dijo antes de cortar-.

Dejó el teléfono en la base y abrió unos centímetros la puerta del baño.

— Llamó uno de los chicos haciéndose pasar por un ruso –dijo asomando la cabeza-
— ¿Quién era? –respondí-
— No sé. No me quiso decir. Dice que te llama en un rato porque la llamada le sale muy cara y no puede esperar al teléfono
— Qué raro que no se empezó a reír -dije- Ninguno aguanta más de dos minutos haciéndose pasar por otro.

La secuencia me hizo pensar en el ruso, por un momento pensé que podía llegar a ser él quien llamaba. Lo descarté de inmediato porque estaba seguro de que era imposible que tuviera mi teléfono. No tenía tampoco el de la casa de mis viejos y los demás chicos del barrio también se habían mudado. Barajé un par de posibles autores del personaje y continué, muy a mi pesar, desarmando las valijas.

Pasaron mucho más de diez minutos y la vida seguía su curso. Cenamos y nos fuimos a acostar. Pocos minutos después sonó nuevamente el teléfono. Esta vez atendí yo.

— Soneus habla el ruso –dijo una voz atolondrada-
— Mirá vos respondí, acá habla el argentino. ¿Qué ruso me habla? ¿Sofovich o Verea?
— Soy el ruso boludo
— ¿Que ruso? –pregunté nuevamente-
— El ruso –dijo-

La tercera vez que reiteré la pregunta respondió un poco alterado.
— EL-RU-SO. EL-RU-SO. ¿Cuántos rusos te llaman?
— ¿Ruso? Fue nuevamente mi respuesta/pregunta –esta vez cambiando la entonación-. Rusito ¿sos vos?
— Si boludo, ya te dije como veinte veces que soy el ruso.

Yo estaba realmente perplejo, no entendía bien lo que estaba pasando. Lo cierto es que quien estaba al otro lado de la línea era el auténtico ruso. Estaba borracho y trataba de mantener un diálogo coherente, pero además del alcohol (Ron tome muuucho rooon) había un impedimento más: los tres idiomas que se mezclaban en su cabeza (yoo hablo tres idiomas, tengo tress idiomas).

Como pudimos (Inglés/castellano/ruso/castellano/ingles) mantuvimos una conversación discreta. No teníamos muchas cosas de las que hablar. ¿Dónde estás? ¿Cómo te está yendo? ¿Cómo está tu familia? Y el inoxidable contate algo de la gente que se encuentra (o habla por teléfono) después de muchos años de no verse.

— Ahora soy boxeador –comenzó diciendo- si te agarro ahora te mato a piñas.

La verdad es que no me gustó mucho la aclaración. Nadie te llama desde 8.000 Km. de distancia y te dice que si te agarra ahora te mata a piñas si no tiene, al menos, un motivo por el cual querría hacerlo. Yo sabía que podía tener alguno. Pero su relato continuó (para que se den una idea su manera de hablar podría asemejarse con la de Luca Prodan (obviamente borracho):

— Ahora estoy bien, porque ya salí de la cárcel.
— ¿Cómo de la cárcel ruso?
— Sí, de la cárcel, me metieron en cana. Un año en cana. Igual no me pasó nada. Yo los mataba a palos. Los mataba a palos a todos -Aclaró-
— ¿Cómo un año preso ruso? ¿Qué cagada te mandaste?
— Estaba manejando borracho. Yo estaba borracho y me pusieron preso
— Ruso no te pueden meter un año preso por manejar borracho
— Lo que pasa es que era la tercera vez que me agarraban manejando borracho.
— No ruso, sos un boludo.
— Si ya sé, pero ya está.

Después me contó que le estaba yendo bien. Que trabajaba de albañil con su hermano. Que “el pendejo” se había juntado con una minita polaca “muy buena chica” con la que esperaba un hijo y que había dejado la heroína. Qué sus “viejos” estaban muy bien (ganando muy buena guita) y que nos extrañaba mucho.

— Acá hay argentinos, pero no son buenos. Son unos soretes. Me quieren cagar, porque yo soy ucraniano. No les importa que haya vivido en la argentina.

También me contó que se había comprado una casa “con pileta y todo” pero que no le importaban ni la casa ni la guita.

— Ahora cuando tenga más guita me voy a volver –dijo-. Después me preguntó si tenía el teléfono de Jorge.
— No lo tengo ruso, me mudé y no lo vi más.
— Si ya sé que te mudaste. Me enteré que ahora vivís en Barracas con tu "mujer".

Me preguntó si tenía hijos y ante la respuesta negativa me recomendó tenerlos. Después dijo que tenía que dejarme, que volvía a llamarme y cortó. No me dió tiempo a preguntarle, ni como, ni cuando, ni quien le había dado todos esos datos (después me enteré que había llamado a una vecina, que esta le había dado el teléfono de la mamá del Ñato y que éste le había resumido mi vida y pasado mi número).

Más allá de la alegría de recibir su llamado la experiencia me sirvió para terminar de convencerme de que mientras haya humanos sobre la tierra por más que le escapemos al Facebook si alguien quiere saber sobre nosotros lo puede hacer. Eso sí, les sale 50 ctvos. (de dólar) el minuto.

13 comentarios:

  1. Flori: no estabas tan lejos en el comentario anterior.

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  2. jaja! siempre habrá chusmerío! buen relato!
    besos

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  3. Yo diría que mientras haya madres en el mundo eso no va a cambiar.
    Lindo relato.

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  4. ........que buena la actitud del ruso, no?, a veces ocurre que te pasan flashes mentales de personas que pasaron por tu vida y quedan simplemente en el recuerdo, pero no sabes porqué te preguntas por ellas......más es dificil pasar a la acción de buscarlas.., que buena actitud.

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  5. El contacto en tiempos de Facebook.

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  6. muy bueno como siempre con tu tono austeriano, me das escalofrìos...je
    saludos

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  7. Malena: sino no es vida.
    Ana: comparto plenamente
    Julia: sí, muy loco. Y muy bueno por cierto!
    m.: cada vez menos TACTO, y más CONexión.
    Allá: gracias... pero no será mucho?? igual extremadamente agradecido.
    Lectores: peguense una vuelta por el blog de Allá, hay poesía de la buena.

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  8. No sé si se trata de las madres solamente. Me consta que los hombres cuando se juntan son muy, pero MUY chusmas.

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  9. Natalia: puede ser que tengas razón y los hombres seamos chusmas también. Yo no dije lo contrario. Pero fue con bronca es MUY. Algo malo habrán dicho de vos cuando se juntaron. ;)

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  10. Coincido con Natalia, los hombres son tan o mas chusmas que las mujeres.
    Igual los queremos.

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  11. Hola:): no puedo decir si tenés razón o no. Igualmente no venía al caso. Pero prometo investigar.

    Saludos

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  12. Soneus, me parece que ya es hora que pruebe con un psicólogo, lo suyo se está transformando en delirio de persecución?, o acaso escapa de algo?
    Un abrazo

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  13. Matías: lo pensé, y mucho, pero llegué a una conclusión: para que la terapia funcione tendría que contarle todo, de ser así tendría mucha información mia, lo que va contra mis principios. Y claro que escapo de algo, todos lo hacemos.

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