lunes, 2 de noviembre de 2009

Un oldie, uno viejo... de una mente que no sé si existe más..

Buscando algunos papeles encontré la carpeta donde guardaba los textos del taller de escritura de la facu, me pareció que algunos merecían un poco más que la eterna siesta en el placard, acá va uno de esos.

El arGENtino

Pasó en el 70, pero pudo haber pasado en cualquier otra línea. Pasó en Barracas pero bien pudo ser otro barrio.

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Subí al colectivo como cada tarde. Todos que el transporte público colapsa en las horas pico y esta no era la excepción. Pagué mi boleto y como pude fui corriéndome hacia la parte de atrás del vehículo. Una vez ubicado comencé a buscar historias en la cara de la gente, una costumbre que robé a un viejo escritor llamado Roberto Arlt.

Ella estaba sentada en el peor asiento que puede ofrecer un colectivo, justo sobre la rueda.

Mucho más que su belleza me llamó la atención la expresión en su rostro. Parecía estar al borde del llanto y créanme que una expresión de ese tipo es oro en polvo para alguien que trata de hacer más ameno su viaje tratando de inventar historias a sus compañeros de viaje.

Sus ojos brillaban, las lágrimas estaban a punto de brotar de sus ojos y mil historias se arremolinaban en mi cabeza cuando la vi mirar hacia su derecha por primera vez y su rostro dibujó una expresión de repulsión.

Intrigado traté de buscar un ángulo desde el cual observar con claridad lo que hasta ese punto supuse que era un bolso a su lado.

Para mi sorpresa el bulto no era un bolso sino un chico.

¿Qué tiene esto de malo se preguntara usted?

Nada, pero vale la pena aclarar que este no era un niño cualquiera, sino un “chico de la calle” con las características de cualquier chico que viste con harapos y no ha tenido la suerte de bañarse en meses.

Mis historias acerca de la muchacha se desvanecieron en el aire y esa cierta tristeza que me había provocado el novio que la había engañado con su mejor amiga se convirtió en una sonrisa.

Me pareció graciosa la situación. La muchachita sentada en su asiento, el niño sentado a su lado con la cabeza entre las piernas pensando quién sabe qué, ella al borde del llanto mirando de reojo con deprecio al niño que estaba tan ajeno de la situación como lo está del sistema. Las lágrimas vencen la resistencia y comienzan a caer mientras paso a su lado tratando de esquivar al chico que permanece inmóvil ante todo aquel que vaya en busca de la puerta porque se aproxima su parada.
Bajé del 70 y encendí un cigarrillo mientras pensaba qué motivo le impedía a la muchacha levantarse de su asiento si tanto le molestaba la presencia del joven mientras subía al 22.

Para variar mi viaje seguía siendo complicado ya que el número de mis nuevos compañeros de aventura superaba ampliamente a los viajeros del 70.

La siguiente parada subió un hombre muy mayor que utilizaba un bastón para poder movilizarse. Como suele ocurrir en esos casos todos los ocupantes de los primeros asientos sufrieron distintos síntomas que les impedían ceder su asiento a quien debía ya ocupar uno.

Dos de ellos cayeron en un profundo sueño, otra recordó que le faltaban sólo dos páginas de la novela que guardaba en su cartera y la más graciosa de todas accedió a que su hijo se sentara sobre sus rodillas aún corriendo el riesgo de perder sus miembros inferiores por el peso del pequeño “gigante”.

Mientras el colectivo transitaba los últimos metros de “Capital Federal” antes de cruzar el puente que nos depositaría en “Provincia” indignado pregunté en voz alta

—¿alguien puede darle un asiento al señor?.

Nadie respondió siquiera con la mirada.

Una mujer a mi lado gritó aún mas fuerte, temiendo que una especie de sordera colectiva afectase a los ocupantes de los primeros asientos, pero la respuesta fue la misma.

—¡¡¡Un asiento para el señor por favor!!! — dijo el chofer.

Recién ahí, la mujer que cargaba al pequeño gigante, indignada, le cedió el asiento al anciano.

Mientras el colectivo atravesaba el infecto cordón de agua que marca el límite entre Barracas y Avellaneda pienso. ¿En verdad alguien puede creer que tenemos en nuestra sangre los genes de Evita y el Che?

5 comentarios:

  1. Se acuerda de el Gen Argentino señora, ese que tendría que haber ganado el 10?

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  2. Ana: cuando lei paso en el 70 arraque para cualquier lado. Me gusto mucho

    besoooo

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  3. Revolver, devolver, los devueltos del pasado no siempre hacen mal, me gusto este viaje. Espero el próximo bondi...me avisas donde me deja? Gracias!

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  4. Ana: Arranque para donde quiera, tenga en cuenta que el 70 la deja en retiro o en Valentín Alsina, depende para que lado lo tome.

    Anónimo: en el próximo vamos a pata.

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  5. el motivo que le impedía a la muchacha levantarse de su asiento aunque le molestaba la presencia del joven, era el mismo que tenían todos los que no le daban el asiento al hombre del bastón... nadie quiere perder su asiento, todos cuidan su culo y todos los quieren apoyado en la silla. Olivia.

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